Con cuestionables buen gusto hoy unos tipos quieren vender una camioneta usando un poema recitado por una voz grave.
La publicidad muestra la camioneta en situaciones en las se luce, mientras el recitado con una linda base de cuerdas busca conmover y despertar cierto fervor en el observador.
Por alguna extraña razón el poema suena medio entrecortado, como que le falta coherencia.
Esto es porque es un recorte berreta de un poema de Rubén Darío llamado A Roosevelt. El poema es del año 1904 y está dedicado a Teodoro Roosevelt como representante de una dirigencia norteamericana que se manejaba como si Nuestra América fuera su patio trasero. Es una potente arenga y premonitoria de lo que se vendría durante el siglo XX. Existe un recitado de Jorge Cafrune que creo yo que captura el «humor» del poema.
Es medio triste ver un potente poema con compromiso político devenido en una arenga para gente que se cree que por manejar por dos o tres barriales está domando caballos o asesinando tigres, pero creo que la publicidad maneja esa lógico. Yo les dejo el puema para que lo lean completo y después me cuentan.
Ruben Darío: A Roosevelt
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta…) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!